RESEÑAS
Jesus Marinetto  

TIEMPO DE MATAR de John Grisham (Reseña)

La novela que ningún amante del suspense legal debería dejar de leer

Tras la publicación de «Tiempo de perdón», la tercera novela de John Grisham en la que Jake Brigance aparece como protagonista, sentí unas ganas imperiosas de releer la ópera prima del gran autor y paradigma de las novelas de suspense judicial (o suspense legal, como aquí las denomino), veinticinco años después.

«Tiempo de matar» fue la primera novela publicada de John Grisham y, al principio, pasó sin pena ni gloria, hasta que el éxito de «La tapadera» en el cine puso al autor y al género de los legal thrillers de moda. Posteriormente, también fue llevada al cine con gran éxito y relanzó sus ventas.

La novela, ambientada en la localidad de Clanton, condado de Ford, Mississippi, a principios de los años ochenta del siglo pasado, arranca con el secuestro y la violación de una niña negra de diez años de edad por dos sureños blancos racistas. El padre de la pequeña se hace con un rifle y se toma la justicia por su propia mano matando a los violadores. La trama se desarrolla en medio de un intenso debate racial y el argumento de la novela plantea una gran pregunta dramática: ¿está justificado el acto del padre o debe ser condenado por asesinato? ¿Cualquier padre haría lo mismo o debe ser condenado por asesinato? ¿Conseguirá el abogado Jake Brigance ganar el juicio y librar a su cliente de la cárcel?

Grisham narra los hechos sucedidos en el pasado, utilizando un narrador omnisciente y en tercera persona, alternando las descripciones justas con bastante acción, dándole a la novela un ritmo óptimo. Jake Brigance, el protagonista, se ve envuelto en bastantes dificultades durante la defensa de su cliente, lo que alimenta el suspense hasta el final de la novela. Los diálogos y las descripciones están bien estructurados y no hay momentos de aburrimiento a lo largo de la narración.

Como legal thriller, se trata de un arquetipo del género, con el juicio por asesinato como telón de fondo, el protagonismo de abogados y la justicia como tema central, así como una construcción del suspense y la tensión dramática sin parangón. Se trata de una auténtica novela de suspense judicial, donde intervienen abogados, pero donde la acción principal y el desenlace de la historia se desarrollan finalmente en un juicio narrado al detalle, desde la detención del acusado, instrucción, vista oral y hasta la decisión del jurado, mezclado con temas de fondo como el racismo, el alcoholismo, el machismo o la lucha de poderes, incluyendo la prensa como cuarto poder.

En mi opinión, «Tiempo de matar» es una novela excepcional que me introdujo en el género del suspense y me enamoró de él. Sin duda, es una lectura obligada para los amantes del legal thriller y del suspense en general. La novela contiene todos los elementos esenciales del género y se convierte en un modelo y guía para los autores que quieran adentrarse en la escritura de dramas o suspenses judiciales.

La novela cuenta con dos secuelas independientes entre sí, ambas protagonizadas por el abogado Jake Brigance. La primera, «La herencia», y la segunda, como mencioné anteriormente, «Tiempo de perdón». La novela fue adaptada al cine por el director Joel Schumacher y fue magistralmente interpretada por Matthew McConaughey, quien también protagonizó como Mike Haller en la película «El inocente», basada en la novela del autor Michael Connelly, «The Lincoln Lawyer».

En resumen, «Tiempo de matar» es una novela emocionante y bien escrita que recomiendo encarecidamente a todos los lectores, especialmente a aquellos que disfrutan del suspense y del legal thriller.

Citas para abogados

«[…] detestaba hablar de honorarios. Era la parte más difícil de su profesión. Los clientes deseaban saber inmediatamente y por anticipado cuánto les cobraría, y sus reacciones eran siempre distintas. Unos se asustaban, otros se limitaban a poner mala cara, y alguno que otro abandonaba enojado el despacho. Alguien negociaba la minuta, pero la mayoría pagaba o prometía hacerlo.»

«Publicidad. Divulgación. Ése es el quid de la cuestión para los abogados […]. Si eres desconocido, te mueres de hambre. Cuando la gente tiene problemas llama a un abogado, y se dirige a alguien de quien haya oído hablar. Si trabajas para el pueblo debes venderte al público. Evidentemente es distinto si trabajas para alguna gran empresa o compañía de seguros, donde cobras cien dólares por hora sin moverte de tu despacho, diez horas diarias, aplastando a los indefensos […]»

«Soy abogado. Se supone que debo ganar dinero.»

«Así es como actúan los [abogados] famosos […]. Mucha palabrería, mucho ruido y pocas nueces. Aceptan más casos de la cuenta y acaban perdiendo más de los que ganan […]. Por lo general, su reputación es inmerecida.»

«Un abogado tiene que ser imbécil para prometerle a su cliente que se le declarará inocente. Puede haber imprevistos en el juicio.»

«El jurado es de suma importancia. Culpable o inocente. Libre o encarcelado. Vivo o muerto. Todo ello puede decidirlo el jurado. Es un sistema frágil el que deja la vida en manos de doce personas comunes, que no comprenden las leyes y que se sienten intimidadas por el proceso.»

«[…] era bueno tener miedo, el miedo era un aliado, todo abogado tenía miedo al presentar un caso ante un nuevo jurado. Está bien tener miedo, pero no hay que manifestarlo. Los jurados no se dejaban convencer por los abogados más locuaces ni por los mejores oradores. Tampoco por los más elegantes. Ni por los payasos o comediantes. No se dejaban convencer por el abogado que predicaba ni por el que más luchaba. […] los miembros del jurado confiaban en el abogado que decía la verdad, independientemente de su aspecto, lenguaje o habilidad aparente. El abogado tenía que ser sincero en la sala y, si tenía miedo, debía aceptarlo. Los miembros del jurado también estaban asustados.

Hay que trabar amistad con el miedo, […], porque no desaparecerá y puede destruirte si no lo controlas.»

«La mayoría de la gente empieza por no sentir simpatía por los abogados, especialmente cuando pronuncian prolongados discursos altisonantes en los que insisten por lo menos tres veces en todo lo que les parece significativo y repiten persistentemente los puntos principales con el propósito de inculcarlos en quienquiera que escuche. Los miembros del jurado sienten una aversión especial por los abogados que pierden el tiempo, y esto por dos buenas razones. En primer lugar, no les pueden decir que se callen. Son sus prisioneros. Fuera de la sala, uno puede mandar a un abogado a freír espárragos y decirle que cierre el pico, pero en el palco del jurado está atrapado y no se le permite hablar. Por consiguiente, su único recurso consiste en dormir, roncar, echar malas miradas, hacer muecas, consultar el reloj o hacer alguna de las muchas señales que los fastidiosos abogados nunca reconocen. En segundo lugar, a los jurados no les gustan los juicios prolongados. Prefieren que se vaya al grano y se acabe cuanto antes. Facilitadnos los hechos y os daremos un veredicto.»

«Muchas veces he arrancado la victoria de las fauces de la derrota con un convincente discurso de clausura. Dirígete a uno o dos miembros del jurado. Actúa para ellos. Háblales. No olvides que con uno basta para impedir que haya unanimidad en el veredicto.»

«Cuando un abogado entra en la sala y se dirige a un grupo de desconocidos que constituyen el jurado, lo único que puede ofrecer es su credibilidad.»

Datos de lectura

  • Título original: A time to kill
  • Autor: John Grisham (1985)
  • Traductor: Enric Tremps (1995)
  • Editorial: Planeta S.A.
  • Edición: Quinta (marzo 1995)
  • Páginas: 472

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El céntimo

Christian Clarke, un joven abogado de Barcelona, con el apoyo de su novia Eva, economista, se involucra como letrado de oficio en un peligroso e insospechado asunto relacionado con la muerte de David Roca, un prometedor estudiante de Derecho, víctima de un atropello. La sagacidad con los números de Eva revelará una trama criminal en torno a un fraude societario cuyo descubrimiento puede hacer tambalear los pilares del sistema y poner en peligro sus vidas. ¿Conseguirá el abogado Christian Clarke que se haga justicia teniendo en contra a fiscales, jueces y políticos? ¿Lo conseguirá sin convertirse en una víctima más de los tentáculos del poder y de los oscuros intereses de las corporaciones criminales?

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